BUENOS DÍAS
Hace unos días una huelga de
estudiantes contra la LOMCE dejó vacías las aulas de los institutos y de las
universidades, pero como el sayón ante el túmulo de Felipe II, “fuese la huelga
y no hubo nada”. Y es que una huelga de
estudiantes a estas alturas de la película y con la que está cayendo no
inquieta ni al ministro ni al gobierno, ni a los parlamentarios –de ningún
color- entretenidos a la sazón con más inquietantes y apasionadas aventuras y
corruptelas.
Mientras tanto, sigue Wert su camino
de destrucción del tejido educativo mediante
la entrada en vigor de los desarrollos legislativos de la malhadada ley su
incorporación progresiva a las escuelas y a los centros de secundaria de la
enseñanza pública (los de la privadaconcertada ya estaban legislados y no han
tenido que cambiar casi nada, ni la organización piramidal de los centros, que
ya tenían, ni la ratio de casi cuarenta alumnos por aula, que venían ostentando
desde siempre como signo clarividente de eficiencia educativa, ni sus libros de texto que cubren sobradamente
las nuevas inquietudes ministeriales).
Esta callada y tranquila entrada en
vigor de la “nueva educación” va emponzoñando los pocos resquicios que aún
quedaban de racionalidad educativa, de auténtica preocupación formativa.
Hace un par de días leí en la
prensa que se iniciaban unas jornadas para explicar las repercusiones de la
LOMCE al profesorado que, algo desorientado, necesitase un empujoncito para
saber de qué iba el tema. No extraña esta preocupación si se tiene en cuenta el
sentido y los contenidos de los desarrollos curriculares de la LOMCE, al menos
en lo que hasta ahora se ha venido publicando sobre el desarrollo curricular
del nuevo sistema. Ya la Ley Orgánica de
“mejora de la calidad” amenazaba generosamente sobre lo que podría acabar
siendo la educación en España. Todos sabemos que la LOMCE toma como punto de
partida el desprecio del sistema educativo español, basado en la peregrina idea de que la
educación no puede concebirse como un
derecho inherente al ser humano y un instrumento social para la igualdad
de oportunidades, sino una carrera de cualificación (profesional) al servicio
de una sociedad moderna que selecciona a “los mejores”, o lo que es lo mismo a
los que puedan pagar su mejor formación.
Pues bien, este desprecio
esencial por la educación, que tiene otras muchas manifestaciones y evidencias,
se observa de nuevo con total evidencia al tomar en consideración los
documentos propios del primer nivel de concreción curricular, tanto del
Ministerio como de las Comunidades Autónomas, que con alevosía y estividad (en
pleno verano) han hecho públicos sus respectivos desarrollos curriculares, en
los que encontramos el desatino educativo y la dejación didáctica más
significativa desde que se inició esta estúpida carrera de transformaciones a
la carta allá por 1992.
Nos encontramos con un documento en
el que se hacen constar objetivos
generales de etapa, pero, curiosamente, no aparecen objetivos específicos de área de
conocimiento o asignatura. De este modo los contenidos, que sí se publican, y
los llamados “criterios de evaluación” carecen de un referente directo que
pueda explicar o justificar su presencia y la secuenciación correspondiente.
¿Se trata tal vez de un descuido o de un olvido? ¿Se trata de una actitud
buscada e intencionada para proporcionar un margen mayor de maniobra a
editoriales, pongamos por caso? Respóndanse ustedes, pero no dejen de
considerar, que al carecer de objetivos específicos, resulta casi imposible
determinar el sentido educativo y la secuenciación de las tareas didácticas.
Curiosamente se añade un apartado
nuevo que bajo el novedoso título de “Estándares
de aprendizaje evaluables” (que en castellano normativo debería rezar con
el adjetivo inmediatamente detrás del sustantivo “estándares evaluables de
contenido”, pero eso tampoco parece preocuparle mucho a Mr. Wert y su paranoia
plurilingüística) cuyo alcance y significado didáctico se nos escapa de
momento. La forma en que se formulan (“realiza resúmenes de textos leídos”, por
ejemplo) los convierte en realidad en
“criterios de evaluación” sobrepuestos a los que se denominan de esa manera y
cuya formulación “resumir un texto leído”
más bien parece un objetivo específico, en este caso de carácter procedimental.
Es decir, una especie de ensalada o revoltijo de cosas que nos hacen pensar que
estos documentos son el producto o de la improvisación, de la ignorancia o de la mala fe y el
desprecio. De una forma u otra, impropios de una gestión educativa responsable,
equilibrada, cualificada y creíble… o por ser más directos propios de una
gestión educativa irresponsable, desequilibrada, no cualificada e inverosímil.
Dejemos aquí esta entrega.
Estamos ante una dinámica peligrosamente desajustada que nos preocupa mucho y
no ya solamente por las intenciones
retorcidas y terribles de la LOMCE, sino por el descuido vergonzante con que
empiezan a producirse los documentos esenciales del primer nivel de concreción
curricular.
No deberíamos permanecer
impasibles ante una situación tan
preocupante. Se prevén nuevas movilizaciones de estudiantes, y considero que es
imprescindible una toma de conciencia por parte
de la sociedad en su conjunto, no podemos permitir que esta locura siga
haciendo daño a un sistema educativo que, con sus muchas necesidades, tenía, al menos, un horizonte limpio por el que merece la pena
luchar. La LOMCE es un torpedo dirigido a la línea de flotación del nuestro
sistema educativo; hay que conseguir que se retire, como se consiguió con la
del aborto; y con ella a su ministro.
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