jueves, 16 de octubre de 2014

Lección Magistral NO pronunciada



Lección Magistral no pronunciada el día 16 de octubre de 2014 en el acto de graduación de la primera promoción de Graduados de Magisterio espacialidad de Primaria.
ADM
Queridas amigas, queridos amigos: Hoy es un día importante para vosotros y también para mí, pues a pesar de todo, he querido cumplir con la demanda que me hicisteis y de todo corazón acepté. Vestido de mis galas doctorales he decidido compartir, desde el silencio impuesto, un acontecimiento que, entre lo “contencioso y lo administrativo” significa tanto el final feliz de una etapa decisiva,  la culminación de ese tramo de vuestra formación inicial, como el arranque, indeciso pero esperanzado,  de una etapa de ejercicio profesional,  que en cierto sentido va a condicionar toda vuestra vida, pues se trata de una vocación: ejercer la dignísima profesión del magisterio. Sean, pues, mis primeras palabras, de felicitación sincera para vosotros, protagonistas merecidos de este acto, y para los vuestros, sin cuyo esfuerzo y apoyo seguramente no hubiera sido posible culminar con eficacia esta tarea.

Permitidme, sin embargo, que tras los parabienes y saludos iniciales, propios del protocolo de este acto, comience mi verdadera lección con unas palabras, de tono muy diferente, tomadas de Francisco de Quevedo, que en el lejano y terrible siglo XVII escribió:

“No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”


Vivimos, ciertamente, una etapa de confrontación entre dos maneras de contemplación de la vida; la que busca y desea conocer la  realidad real, y la que se empeña en pintar una realidad oficial o conveniente. Quien se atreve a manifestar esa realidad real desnuda suele ser acusado de tremendista o agorero, y a veces,  silenciado. Estamos viviendo un nuevo barroco en el que, como en el XVII, importan más las apariencias que la raíz misma de la realidad de las cosas. Nos empeñamos en ver gigantes donde solo hay molinos, o ejércitos devastadores donde solo hay rebaños. Lo “políticamente correcto” ha ido ganando terreno entre nosotros hasta llenar  de apariencias, cada día más insostenibles, el contexto en el que se desarrolla la vida diaria. Este mismo acto, revestido de la pompa necesaria y pintado con los colores  amables de lo políticamente adecuado, es en buena medida un trampantojo con el que pretendemos ocultar  lo que realmente nos debería importar en este momento: Sois la primera promoción de una titulación renovada que sitúa el magisterio en el nivel de los títulos mayores de nuestro sistema educativo.  
 Significa eso muchas cosas;  no es, como pudiera parecer a primera vista, un dato circunstancial o meramente anecdótico. Sin  que mis palabras impliquen un juicio de valor desdeñoso hacia nuestros diplomados, que llenan en estos momentos de buenas maestras y buenos maestros los centros escolares de las dos primeras etapas de enseñanza obligatoria, es necesario reconocer que representáis vosotros la culminación de un proceso de  constante progresión que se inició, mediado el siglo XVIII,  en la vieja escuela de maestros de Orihuela y que ha ido acercando la formación del magisterio hacia los estudios universitarios superiores. Hoy, finalmente, podemos presentar la primera promoción de graduados y graduadas en Magisterio, especialidad de Primaria, como titulación universitaria superior equiparable a todos los efectos a cualquier otro título universitario de grado superior.
Es cierto que nunca el hábito hizo al monje y que , no nos engañemos, estudiar más años no es garantía suficiente de haber mejorado la cualificación profesional de los nuevos maestros; pero tampoco de lo contrario; como siempre ha ocurrido y ocurrirá, serán las actitudes individuales y la fuerza de la profesionalidad  la que nos irá dando la medida precisa de este nuevo perfil.
Pero quisiera, en este orden de cosas, poner el acento, para esta  última lección en vuestra carrera, en uno de los fundamentos  que da sentido y orientación a nuestra actividad profesional: me refiero a la evaluación.
Si vosotros sois la primera promoción de este magisterio renovado,  si en este acto de graduación celebramos la entrega de los títulos que os acreditan como los primeros graduados y graduadas en Magisterio, resulta evidente que nos encontramos en el momento  adecuado para realizar una evaluación global de los objetivos conseguidos en esta primera y por ello significativa hornada.
Imagino que no hace falta que empleemos esfuerzo alguno en encarecer entre nosotros la importancia de esta práctica, inherente y necesaria en toda actividad formadora. Conocéis perfectamente la necesidad irrenunciable de  que el maestro se pregunte si sus alumnos, y él mismo, han conseguido los objetivos que perseguía al iniciar cualquier tarea educativa. Pues bien, en este momento deberíamos preguntarnos si vosotros sois realmente los maestros nuevos que buscábamos, si efectivamente hemos conseguido hacer de vosotros, con este nuevo plan, esos maestros y maestras renovados que demanda la sociedad del siglo XXI. 
Llegados a este punto podría aventurar juicios de valor realizados desde  muy diferentes puntos de vista, pues sabemos que  estas evaluaciones globales demandan la utilización de criterios variados y confluyentes que aporten una visión cabal del conjunto. Podríamos aventurar que el hecho de que ya tengáis el título que acredita vuestra cualificación denota con claridad meridiana vuestra capacitación y el éxito obtenido en la tarea. Pero podríamos analizar también si, a pesar de este  hecho, el perfil que hemos dibujado en el plan y el que vosotros encarnáis responde con fidelidad al que inicialmente pensamos y al que la realidad educativa, social y cultural del momento demanda. Podríamos cuestionarnos si la cualificación relacionada con vuestros saberes  enciclopédicos garantiza vuestra actuación como profesores de las áreas correspondientes: matemáticas, sociales, naturales, lengua... Podríamos, en suma, considerar otras variables diferentes y complementarias que nos permitirían ofrecer un dibujo fidedigno de vuestro perfil como nuevos profesionales de la enseñanza obligatoria. 
Pero me detendré sólo en un aspecto que va a marcar de manera definitiva cualquier valoración que hagamos sobre los objetivos conseguidos en el proceso de vuestra formación profesional: la ausencia, terrible y acusadora, de vuestra voz en el proceso.
Es verdad que habréis podido realizar una calificación escrita de  cada una de las asignaturas y de los profesores que os han tocado en suerte durante el último curso y durante los cursos anteriores, y que de los resultados de esa valoración se sacarán, eso espero al menos, conclusiones  importantes que permitan mejorar la actuación de la Facultad en cada uno de los cursos, en cada una de las asignaturas. Pero hay que decir que a día de hoy no se ha producido ningún proceso de evaluación del proyecto en su conjunto, y si en algún momento se produjera, es evidente que no se contaría con vuestro  análisis, con esa valoración que solo vosotros podéis hacer, atendiendo a una de las variables fundamentales de todo el proceso: la vuestra, la del alumnado.
Aunque en realidad deberíamos afirmar, para nuestra vergüenza, que, en general, nunca se ha tomado en consideración vuestra palabra, vuestro punto de vista, vuestra participación activa a lo largo de todo  el proceso;  no se trata solo de que en este momento preciso y adecuado para su valoración global no se os pregunte, sino de que no se haya contado abiertamente con vosotros en ninguno de los momentos del desarrollo de la etapa formativa que ahora concluye. No habéis participado activamente  ni en la configuración inicial del plan, ni en los análisis de la situación durante los cuatro años de vuestra formación, ni en la toma de decisiones administrativas, económicas, funcionales de la Facultad y sus órganos colegiados. En realidad esta es una de las pocas, si no la única, oportunidad en que os reunís todos, bueno, casi todos, para una actividad colectiva, con posibilidades de intercambiar ideas, opiniones, puntos de vista y este hecho, el que no hayáis tenido oportunidad de expresar colectivamente vuestro punto de vista,  evidencia una grave y lamentable ausencia en vuestra formación.
Porque la vida universitaria, la formación en la Universidad, no puede limitarse a la realización de las actividades docentes y a la acumulación de calificaciones satisfactorias. La formación superior exige una participación abierta  generosa y comprometida con el desarrollo de la vida de la Facultad y de la Universidad en todos sus aspectos. Habéis terminado vuestra titulación sin que vuestra voz, la del alumnado de Magisterio de Primaria, se haya oído nunca en Juntas, Departamentos, Claustro de Facultad o cualesquiera otra opción de canalizar y compartir ideas, demandas, puntos de vista o actuaciones específicas. No habéis participado en las comisiones establecidas que estudian y analizan lo distintas aspectos, formativos,  de calidad, de movilidad,  de elección de cargos  etc.  ¿Cuál ha sido vuestra participación, por ejemplo, en el proceso de planificación educativa y puesta en marcha de las “menciones”? ¿Habéis podido hacer algo más que firmar una solicitud para que se implantasen? ¿Habéis demandado/recibido alguna información sobre sus características o sus implicaciones y repercusión en el plan ya establecido, durante el proceso de formalización o en el momento mismo de su implantación? O, en otro orden de cosas, ¿estáis razonablemente satisfechos de la formación recibida durante el periodo de prácticas, por ejemplo, o de la relación establecida entre la Facultad y los Centros para ese mismo menester?  ¿Creéis, de nuevo por ejemplo, que las prácticas podrían hacerse de otra manera, dada la importancia que pueden tener en vuestra formación profesional? ¿Alguien os ha demandado alguna vez de manera ordenada vuestra opinión al respecto? Son solo algunos ejemplos de los enormes silencios a los que  me refiero y que es necesario evidenciar en el momentode valorar vuestra presentacia activa en la titulación.
Si a esta ausencia lamentable de vuestra voz comprometida en el desarrollo de las actividades formativas, unimos  la que señalábamos algo más arriba en el proceso de evaluación general del proceso de formación, podemos concluir que, en realidad, hemos trabajado de espaldas a uno de los fundamentos esenciales en los que se asienta todo el proceso, y esto no es un dato especialmente positivo.
No quisiera que mis palabras os llevasen a imaginar que os estoy haciendo responsables únicos de una situación lamentable que deberíamos replantearnos con urgencia en nuestra Facultad; es más que posible que su acartonada e inflexible estructura interna y funcional tampoco favorezca la participación activa del alumnado comprometido en el proceso; tal vez sea insuficiente el modelo establecido, tal vez el profesorado debería comprometerse de manera más explícita en vuestra formación integral, tal vez…  y podríamos añadir un largo etc. de situaciones y momentos en los que hemos de asumir  una corresponsabilidad no exenta de ciertas dosis de cinismo por parte de quienes hemos asumido, desde el otro lado de la mesa, la responsabilidad de vuestra formación.
Pues bien, estas palabras son, queridas maestras, queridos maestros nuevos, un producto, parcial pero  muy evidente, de la evaluación de vuestro proceso de formación, del análisis de la planificación, implementación y desarrollo real de las actividades formativas que finalmente os han permitido estar hoy aquí. Nos guste más o nos guste menos, la evaluación es la única garantía de que los responsables del proceso asuman con valentía el reto que se han planteado: observar, analizar y proponer las renovaciones necesarias para garantizar la consecución mejorada de  los objetivos propuestos.
Sea como sea, se abre hoy ante vosotros un panorama social y profesional que no podemos pintar como algo ideal y maravilloso.  La situación económica ha sido el escenario perfecto para justificar la puesta en marcha de un proceso de depauperación de la enseñanza pública que está teniendo ya consecuencias durísimas para el mantenimiento razonable de nuestro sistema educativo.  Cerca de 30.000 profesores menos en el sistema público de enseñanza son solo una muestra del deterioro en el que  se ve envuelta irremisiblemente la escuela  española. 
Desde otra perspectiva aunque confluyente con el panorama descrito, hemos podido asistir este verano a una situación radicalmente novedosa  en los últimos cuarenta años, y que nos retrotrae  a las lejanas escuelas de los primeros cincuenta: la escuela se ha convertido en algunos casos, en demasiados casos, en la única opción para garantizar que los escolares puedan alimentarse adecuadamente, al menos una vez al día; maestros y escuelas se han visto empujados a prolongar las actividades educativas  durante el mes de julio para dar cobertura específica a este objetivo en demasiados casos. De este modo la escuela, y con ella sus maestras y maestros, trasciende su sentido esencial de servicio para la educación y amplía su esfera de acción hasta esa difusa y dolorosa frontera de la justicia social.
Entre ambos extremos podríamos presentar otras situaciones, nuevos perfiles, distintas realidades que nos hacen pensar que  la tarea del magisterio es mucho más generosa, compleja, rica y comprometida de lo que a primera vista pudiera parecer, por lo que resultaría necesario formar en la nueva facultad no solo nuevos maestros, sino maestros nuevos. Me gustaría que mis palabras fueran la llamada un tanto dura, pero profundamente sincera, a vuestra confianza y seguridad. Ya sois maestros y maestras, dejáis la facultad, pero os incorporáis al ejercicio de una profesión que nos unirá ya para siempre. Sea como fuere, esta nueva Facultad que todos esperamos se convierta algún día en una Facultad realmente nueva, será siempre ya vuestra casa.
Lamentablemente vivimos, como decía al comienzo, una etapa de apariencias. Lo que acabo de decir no hubiera sido conveniente decirlo en el Paraninfo, ante las autoridades académicas y ante vuestras familias; no hubiera sido “políticamente correcto”. Ya veis cómo a la larga, las cosas vuelven poco a poco a su cauce. El ostracismo a veces tiene esas ventajas. Muchas gracias a todas y a todos; os aseguro que a vuestro lado yo he aprendido muchas cosas nuevas que me ayudan cada día a renovarme.

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