jueves, 17 de abril de 2014

Vivencias



Copio literalmente un texto rescatado del recuerdo de una alicantina de 83 años. Se llama Libertad (qué nombre tan lleno) y lo ha redactado tal como lo copio. Es una alumna de Literatura de las Aulas de la Tercera Edad de Alicante. No añado ni media palabra más.

Mis vivencias.

¡Vivencias! Quieren que escribamos sobre nuestras vivencias. Si tuviera que contar lo que he vivido durante 83 años, no tendría espacio suficiente con algunos folios. Procuraré ceñirme a las que más recuerdo me han dejado: buenas y malas, Empezaré por las malas para que el final de mi escrito me deje mejor sabor.

Mi primer recuerdo agobiante  fue el primer bombardeo que hubo en Alicante en el año 1936 cuando empezó la guerra civil. Yo tenía solamente 6 años. Recuerdo que dormía plácidamente a las 2 de la madrugada, cuando mi padre me despertó y con toda prisa me cogió en brazos y me llevó a la cama con mi madre y nos echó un colchón encima. Yo estaba agobiadísima allí dentro. ¿qué pasaba? Mi madre procuraba tranquilizarme, hasta que pasada media hora o no sé cuánto, mi padre mi padre nos quitó el colchón y pude salir de allí. Todo esto fue debido a los aviones fascistas fueron a bombardear Rabasa, sonde estaba el campo de aviación. Yo no sabía lo que era un bombardeo, ni siquiera de oídas, y las personas mayores no lo habían presenciado nunca. Este fue mi primer recuerdo de la guerra civil, aunque después también he pasado mucho miedo y sin saber entender por qué.

Recuerdo el bombardeo de las 8 horas. ¿Os podéis imaginar 8 horas seguidas cayendo bombas? A mis padres y a mí  nos cogió el bombardeo en casa de mi tía a las 8 de la tarde, y pasamos toda la noche sentados; yo un rato al brazo de mi madre y otro en brazos de mi padre hasta las 4 de la madrugada. Una escuadrilla de aviones venía y otra se iba al mismo tiempo. Venían de Mallorca, que era el sitio que cogía más cerca de Alicante. Esta vez fueron a la CAMPSA y la incendiaron. Salieron camiones por todo Alicante, recogiendo a todos los hombres que encontraban por las calles para ayudar a apagar el incendio, aunque las instalaciones quedaron hechas polvo.

¿Y elo bombardeo del 25 de mayo en el Mercado Central? Pensad por un momento lo que hicieron allí los amigos italianos de nuestro Caudillo, sábado a las 12 del mediodía... hubo más de 300 muertos, la mayoría mujeres y niños.

Bueno, voy a dejar la guerra, porque si sigo no acabaré nunca.

Ahora viene la época del hambre, sobre todo para los “rojos” que tuvieron la suerte de no estar en la cárcel. Pensad en lo que pasarían los que estaban dentro. En mi casa lo pasamos muy mal. Mi padre era funcionario del ayuntamiento, y como es de entender lo pusieron “de pastitas en la calle”. No importaba que fuera un hombre honrado  y muy eficaz en su trabajo, bastaba con que fuera republicano. Lo juzgaron como tal y no llegó a ir a la cárcel, porque los mismos compañeros de derechas fueron a declarar en su favor. Mi padre era encargado de obras públicas en el Ayuntamiento, siempre amigo de todos y les ayudaba en todo lo que podía. Se lo supieron agradecer. Pero ahí lo tenías, sin trabajo, enfermo de úlcera y sin haber hecho nunca trabajos físicos. Pasamos unos años de postguerra muy malos hasta que pudo encontrar algunos trabajos de administración, aunque no eran seguidos.

Yo ya tenía edad de hacer mis primeros estudios y, como nunca quisieron llevarme al colegio del Estado, había que pagarlo y en casa venía muy cuesta arriba; pero el primer dinero que entraba era para la escuela, para eso nunca faltó. Mi padre encontró por fin un trabajo fijo y quería que estudiase magisterio. Tengo que decir que  estoy muy orgullosa de mis padres y de la educación que me dieron. Yo dije a mi padre que no estudiaría magisterio, ni Bachiller, porque lo mío eran los números. Y estudié Peritaje Mercantil.

Terminé los cinco cursos y empecé a preparar oposiciones para la Diputación. Iba bien preparada, pero no pude examinarme por no poder reunir la documentación que me pedían. No bastaba con que llevara un certificado de buena conducta, que no tuviera antecedentes penales, que fuera persona de orden; cualquiera de ellos tenía uqe llevar la coletilla de “ADICTA AL RÉGIMEN” y nadie me lo quiso hacer porque mi padre era de izquierdas. Pero no importó; empecé a trabajar enseguida de administrativa en una empresa de construcciones. He trabajado 43 años; he vivido feliz y contenta. Solo cuando me jubilé, al principio, lo pasé bastante mal, porque el día se me hacía eterno. Suelo leer mucho, pero todo el día leyendo en casa cansa a cualquiera.

Yo quería aprender a escribir valenciano, que es mi lengua; y como en aquella época de la posguerra, que era mi etapa de estudios, nos lo tenían prohibido, no pude hacerlo: entonces pensé: “lo aprenderé de vieja” y me puse a buscar una academia en la que pudiera ir a recibir clases de valenciano y me hablaron de la Aulas de la Tercera Edad de la Comunidad Valenciana. Puedo asegurar que me devolvieron la vida. Sin ellas no sé ahora lo que haría; no saber escribir valenciano seguro.

Libertad Baeza.