lunes, 27 de mayo de 2013

Espérame en el cielo..., o mejor no.



El pasado viernes, 24 de mayo,  en el Centro Párraga de Murcia, se estrenó la obra  Espérame en el cielo... o mejor no. De Diana de Paco. 


Espérame en el cielo..., o, mejor, no de Diana de Paco ofrece una profunda reflexión sobre la crueldad humana. Proyecta la dramaturga su interés sobre cuatro personajes femeninos que, desde su específica soledad, levantan un grito tardío de rebeldía o de imposible solidaridad, que es, a pesar de todo, una poderosa llamada de atención sobre las conciencias de los espectadores que no pueden quedar impasibles ante el desgarro de las cuatro protagonistas de la obra. El sentido trágico de la realidad vivida por cada una de ellas les confiere una fuerza de confluencia y unicidad que va mucho más allá de lo que el ritual forense en que se encuentran como personajes teatrales pudiera dar a entender.


En efecto, la circunstancia que las ha llevado a compartir el espacio en el que confluyen, su estancia en  la morgue en la que se da cuenta de su irremediable fin y se  determina la certificación final de su existencia posible, no es la argamasa de da cuerpo a la propuesta teatral de Diana de Paco, sino el artificio teatral que hace posible la confluencia multiplicadora de esas cuatro vidas diferentes que, plantean una reflexión de elementos equivalentes, compatibles y perfectamente homogéneos  y que nos llevan a la consideración de la mujer, de las cuatro mujeres,  como víctimas injustas de una sociedad cruel y al mismo tiempo, como personajes de una revolución imposible y trágica pero de desgarrador verismo: la niña islámica masacrada por empeñarse en estudiar (y el delicado trasunto del hermano “desaparecido” por vestirse con las ropas de su hermana); la anciana “recortada”, víctima del peor de los desahucios, el de la dignidad y la vida; Rosa, víctima y verdugo de una  extraña carencia de su pareja que le empuja a decir irremisiblemente la verdad desnuda hasta despojar de cualquier asomo de autoestima y de esperanza la vida de su pareja; y María empujada lenta pero eficazmente al silencio selectivo de la amante, relegada progresivamente al papel de la discreción, que comete el error de quedarse embarazada, sin calcular la trascendencia de un embarazo tan imprevisto, sobre todo por improbable,  como  nada conveniente.

Este grito terrible de reflexión se apoya en un discurso muy directo y reconocible, pero profundamente distanciado de la raíz trágica  en la que se asienta el desarrollo mismo de la acción dramática. Esta es otra de las características más sobresalientes del texto de Diana de Paco. Encontramos en los monólogos una atrevida y fecunda proyección irónica que ubica su desarrollo dramático en el significativo espacio de la sonrisa amable que, en ocasiones, llega la risa cómplice, casi catártica. Lejos del modelo contemporáneo de los monólogos que proliferan por doquier, Diana ha sabido gestionar un texto teatral en difícil equilibrio entre  la dureza de la argumentación dramática que da cuerpo a la protesta y el registro de actualidad perfectamente identificable en cada uno de los personajes cuyas muertes se entretejen en la pieza y que la convierten en una manifestación coherente y teatralmente muy seria en la ya afianzada carrera teatral de la autora.

Por otra parte es necesario dejar constancia del sutil tejido con que se ha ido dando cuerpo teatral a la historia de cuatro personajes que no solo alternan sus monólogos en el desarrollo secuencia de una acción dramática,  sino que van creciendo progresivamente como instrumento teatral, hasta alcanzar un ritmo que atenaza y arrastra la atención del espectador a lo largo y lo ancho de su desarrollo espectacular. La inteligente dirección del espectáculo, la acertada música en directo a cargo del jóven chelista Antonio Pérezy una buenísima tarea actoral por parte de Verónica Bermúdez y María Alarcón que dieron voz y cuerpo a los cuatro personajes han hecho de este estreno un acontecimiento teatral que deberá tenerse en cuenta. 


Antonio Díez Mediavilla

lunes, 20 de mayo de 2013






 

 

 

 Con permiso de LF, 

al glorioso Ministro Mr. Wert después de que firmo la sentencia de muerte del Sistema Educativo Español.

 



Querido Ministro, querido señor Wert:

¡Qué bonita letra tiene usted!

¡Qué preciosa caligrafía clerical  y de cuartel!

¿Así escriben los obispos ¿verdad? y los tiranos

¡Y los gloriosos Ministros de Educación

que tienen mayorías absolutas!

¡Qué rasgos!

¡Qué pulso!

¡Ay señor Ministro... qué bonita letra tiene usted.

¿Dónde aprendió a escribir así señor Ministro?

Tal vez en su etapa inicial de monaguillo en el Pilar

Quizás en  los oscuros años del franquismo final de los setenta?

¿preparando tal vez oposiciones a Ministro?

Se dice Ministro, Sr. Wert... y se dice verdugo.

Los dos tienen el mismo rango,

Los mismos galones.

El Ministro se diferencia del verdugo solamente

En que el Ministro tiene la letra más bonita.

Para firmar la sentencia de muerte del sistema educativo

Hay que tener una letra muy bonita...

¡Hay que ver

Qué bonita que es su letra, señor Wert!