Copio literalmente un texto rescatado del recuerdo de una alicantina de 83 años. Se llama Libertad (qué nombre tan lleno) y lo ha redactado tal como lo copio. Es una alumna de Literatura de las Aulas de la Tercera Edad de Alicante. No añado ni media palabra más.
Mis vivencias.
¡Vivencias! Quieren que escribamos sobre nuestras vivencias.
Si tuviera que contar lo que he vivido durante 83 años, no tendría espacio
suficiente con algunos folios. Procuraré ceñirme a las que más recuerdo me han
dejado: buenas y malas, Empezaré por las malas para que el final de mi escrito
me deje mejor sabor.
Mi primer recuerdo agobiante fue el primer bombardeo que hubo en Alicante
en el año 1936 cuando empezó la guerra civil. Yo tenía solamente 6 años. Recuerdo
que dormía plácidamente a las 2 de la madrugada, cuando mi padre me despertó y
con toda prisa me cogió en brazos y me llevó a la cama con mi madre y nos echó
un colchón encima. Yo estaba agobiadísima allí dentro. ¿qué pasaba? Mi madre
procuraba tranquilizarme, hasta que pasada media hora o no sé cuánto, mi padre
mi padre nos quitó el colchón y pude salir de allí. Todo esto fue debido a los
aviones fascistas fueron a bombardear Rabasa, sonde estaba el campo de
aviación. Yo no sabía lo que era un bombardeo, ni siquiera de oídas, y las
personas mayores no lo habían presenciado nunca. Este fue mi primer recuerdo de
la guerra civil, aunque después también he pasado mucho miedo y sin saber
entender por qué.
Recuerdo el bombardeo de las 8 horas. ¿Os podéis imaginar 8
horas seguidas cayendo bombas? A mis padres y a mí nos cogió el bombardeo en casa de mi tía a
las 8 de la tarde, y pasamos toda la noche sentados; yo un rato al brazo de mi
madre y otro en brazos de mi padre hasta las 4 de la madrugada. Una escuadrilla
de aviones venía y otra se iba al mismo tiempo. Venían de Mallorca, que era el
sitio que cogía más cerca de Alicante. Esta vez fueron a la CAMPSA y la
incendiaron. Salieron camiones por todo Alicante, recogiendo a todos los
hombres que encontraban por las calles para ayudar a apagar el incendio, aunque
las instalaciones quedaron hechas polvo.
¿Y elo bombardeo del 25 de mayo en el Mercado Central?
Pensad por un momento lo que hicieron allí los amigos italianos de nuestro
Caudillo, sábado a las 12 del mediodía... hubo más de 300 muertos, la mayoría mujeres
y niños.
Bueno, voy a dejar la guerra, porque si sigo no acabaré
nunca.
Ahora viene la época del hambre, sobre todo para los “rojos”
que tuvieron la suerte de no estar en la cárcel. Pensad en lo que pasarían los
que estaban dentro. En mi casa lo pasamos muy mal. Mi padre era funcionario del
ayuntamiento, y como es de entender lo pusieron “de pastitas en la calle”. No
importaba que fuera un hombre honrado y
muy eficaz en su trabajo, bastaba con que fuera republicano. Lo juzgaron como
tal y no llegó a ir a la cárcel, porque los mismos compañeros de derechas
fueron a declarar en su favor. Mi padre era encargado de obras públicas en el
Ayuntamiento, siempre amigo de todos y les ayudaba en todo lo que podía. Se lo
supieron agradecer. Pero ahí lo tenías, sin trabajo, enfermo de úlcera y sin
haber hecho nunca trabajos físicos. Pasamos unos años de postguerra muy malos
hasta que pudo encontrar algunos trabajos de administración, aunque no eran
seguidos.
Yo ya tenía edad de hacer mis primeros estudios y, como
nunca quisieron llevarme al colegio del Estado, había que pagarlo y en casa
venía muy cuesta arriba; pero el primer dinero que entraba era para la escuela,
para eso nunca faltó. Mi padre encontró por fin un trabajo fijo y quería que
estudiase magisterio. Tengo que decir que
estoy muy orgullosa de mis padres y de la educación que me dieron. Yo
dije a mi padre que no estudiaría magisterio, ni Bachiller, porque lo mío eran
los números. Y estudié Peritaje Mercantil.
Terminé los cinco cursos y empecé a preparar oposiciones
para la Diputación. Iba bien preparada, pero no pude examinarme por no poder
reunir la documentación que me pedían. No bastaba con que llevara un
certificado de buena conducta, que no tuviera antecedentes penales, que fuera
persona de orden; cualquiera de ellos tenía uqe llevar la coletilla de “ADICTA
AL RÉGIMEN” y nadie me lo quiso hacer porque mi padre era de izquierdas. Pero
no importó; empecé a trabajar enseguida de administrativa en una empresa de
construcciones. He trabajado 43 años; he vivido feliz y contenta. Solo cuando
me jubilé, al principio, lo pasé bastante mal, porque el día se me hacía
eterno. Suelo leer mucho, pero todo el día leyendo en casa cansa a cualquiera.
Yo quería aprender a escribir valenciano, que es mi lengua;
y como en aquella época de la posguerra, que era mi etapa de estudios, nos lo
tenían prohibido, no pude hacerlo: entonces pensé: “lo aprenderé de vieja” y me
puse a buscar una academia en la que pudiera ir a recibir clases de valenciano
y me hablaron de la Aulas de la Tercera Edad de la Comunidad Valenciana. Puedo
asegurar que me devolvieron la vida. Sin ellas no sé ahora lo que haría; no
saber escribir valenciano seguro.
Libertad Baeza.
Directo, descarnado, sincero... sencillamente, magistral. Un placer y un honor leerlo
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